sábado, 2 de noviembre de 2013
Eres niebla y mantas,
mangas largas
el vaho de esa niña en el cristal
donde escribir con el dedo el nombre del primer inquilino de tu corazón cuando nadie mira.
Y eres el café abandonado en el fondo de una taza
y la luna naranja que nos vigila esta noche.
Eres mi manía de contar los pasos que doy en cada baldosa cuando camino,
y cada crujido de mis dedos.
Y eres tiempo.
Inalterable, inescrutable, indestructible.
Mi tiempo.
Tiempo
como el que se fuga cuando cierras los ojos
tendida sobre la cama un lunes por la mañana,
y tiempo
como el que se detiene cuando me besas
y me estremece la textura de tus dientes.
Con todo, tener el placer de verte andar, con tu brisa helada,
y ese rastro de pedacitos de hielo
que me dejas al caminar por el pasillo cuando sales de casa,
sigue regalándome más calor
que cualquier mediodía de agosto.
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