jueves, 31 de julio de 2014

What counts.

¡Muy bien! ¡Lo has intentado! Cariño mío, lo que importa es participar... No llores mi vida, otra vez será... ¡Toma unos gusanitos porque quedar segundo es un logro inmenso!
Si alguna vez has oído esto (o sucedáneos), tengo algo que comunicarte: vida mía, eres un perdedor. Y no, no es solo tu culpa. Y si eres el dueño de la boca que junto con unos ojos de consuelo ha dejado nadar a estas palabras por el aire, puede que te hayas cargado la oportunidad de brillar de una persona. 
Dejad que me explique. Estoy harta. Harta de los segundones, de los segundones que se conforman. Y de los allegados de los segundones. Que les dan una palmadita en la espalda y les secan las lágrimas y alimentan el ego hasta convertir esas lágrimas en sonrisas de orgullo. Mal hecho. Muchas veces menospreciando al primero. No hablo de una carrera, de un puesto de trabajo, no hablo de un ranking. Hablo del día a día. Si tengo la suerte de querer tener un hijo y después la suerte de tenerlo, espero seguir estando tan lúcida como ahora y poder decirle a mi hijo que puede dar más. Y sacarle ese poco o mucho más. Y dejarle llorar cuando pierda. Y cuando sea el segundo o segunda. Y que quiera ser el primero. O primera. Quiero ambición. Estamos muertos y conformes, porque la intención es lo que cuenta. No. Lo que cuenta es el dinero, el prestigio, la risa, las vacaciones, ser el mejor en lo que te gusta, querer a alguien, que te quieran. Eso es lo que cuenta. Intentarlo no cuenta para nada. Intentarlo es el primer paso, y quedar segundo puede ser el segundo (valga la redundancia) pero nunca el ultimo. Porque puedes dar más. Y si estoy loca por querer ser ambiciosa, por creer firmemente que puedo conseguir lo que me proponga y además querer inculcar esas ganas de lograrlo todo en alguna de las personas con las que me tropiece seré una loca realmente feliz. Y lo haré, porque voy a intentarlo y eso está bien, pero sobre todo lo conseguiré, y eso es lo que cuenta. 

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